Cuando a la una del mediodía del 25 de septiembre empezaron a caer las primeras gotas de agua
Cuando a la una del mediodía del 25 de septiembre empezaron a caer las primeras gotas de agua, nadie se pensaba la tragedia que se divisaba. Los fuertes chubascos que cayeron aquel día, sumados a un urbanismo deficiente y temerario, dieron una riada mortífera. Las pérdidas materiales fueron millonarias: fábricas enteras quedaron destruidas y centenares de casas quedaron inhabitables. A las ocho y media del anochecer, desde el Parque de Bomberos, situado en la calle de Gaudí, empezaron a hacer sonar las sirenas para reclamar la presencia de todo el personal libre, puesto que el cuerpo estaba colapsado por las tareas de agotamiento de agua. Pero a medida que pasaban las horas, el llamamiento de los bomberos ya no era para sacar agua, sino para salvar la gente que se estaba quedando atrapada por el agua que caía.
En un primer momento, treinta bomberos se organizaron en varios grupos y dos se quedaron en el parque recogiendo llamadas y distribuyendo los servicios. Con solo dos motobombes y tres vehículos empezaron a trabajar. Coincidiendo con la oscuridad, marchó la corriente eléctrica y la línea telefónica, cosa que dejó los bomberos sin ninguna comunicación, ni con el exterior, ni entre ellos. A partir de entonces, los trabajos de salvamento e investigación se tuvieron que hacer de manera improvisada resiguiendo los gritos de ayuda de los vecinos, bajo una lluvia persistente y en la más oscura noche, donde solo los relámpagos rompían la negra oscuridad. La tormenta amainó a partir de la medianoche, y fue cuando empezaron las tareas de socorros más complicadas en una Terrassa a oscuras, sin corriente eléctrica e incomunicada: ni trenes, ni carreteras transitables, ni teléfonos, solo la radio se salvó.
Durando toda la noche, los bomberos efectuaron decenas de actuaciones y salvamentos: uno de los más destacados fue el de la fábrica Amorós y Muntaner, donde 50 trabajadores se quedaron atrapados dentro de las instalaciones inundadas de agua, con el tejado como única salida. Por las claraboyas, con escalas y cuerdas, fueron sacando los trabajadores que se habían ensartado a las cajas y los telares: se salvaron 41; nuevo murieron.
A otros lugares, los trabajos de rescate fueron muy difíciles, puesto que el nivel del agua hacía imposible el acceso de los bomberos hasta la gente. El colector de la riera en la Rambla se quedó pequeño y el agua siguió su trazado natural. Algunas casas se hundieron por la fuerza del agua, que arrastraba personas, árboles, vehículos e incluso un autobús. La zona de la riera de las Arenas fue la más perjudicada de la riada. Los centenares de viviendas de autoconstrucción que se levantaban en su cama desaparecieron. Centenares de familias lo perdieron todo. En dos ocasiones, dos equipos de rescate de los bomberos sobrevivieron por cuestiones de según. Justo después de pasar un camión de bomberos por la calle de Cervantes se hundió el colector que había, y los bomberos pudieron sentir el terrabastall del derrumbe. Un segundo grupo, que se encontraba en el Pueblo Nuevo, había entrado en una casa, que ya estaba descalzada por el agua, a recoger todos los ahorros de una familia. Cogieron el dinero y, justo después de salir, el agua se llevó la casa: los bomberos salvaron la vida de milagro.
Después de una intensa y larga noche, el día siguiente, cuando llegaron las primeras horas de luz, el paisaje era dantesco y terrible, y los bomberos continuaron sin descanso ni relevo a rescatar víctimas, apuntalar casas, sacar agua, desescombrar, etc. Y el mismo hicieron durante los ocho días siguientes, sin cesar prácticamente, durmiendo a ratos en el parque para recuperar fuerzas y comiendo aquello que recogían de los vecinos.
Identificación de los cuerpos
Por la mañana del día 26, se recibió la ayuda de diferentes cuerpos de bomberos. Los bomberos de Barcelona se dedicaron a trabajar al sanatorio, los de Manresa estuvieron cinco días, especialmente en la zona de la Rambla y de la fábrica Amorós y Muntaner, y cedieron, también, un tanque para el transporte de agua. El día 29, recibieron la ayuda de los bomberos de Mataró, que no habían podido venir antes a causa de los trabajos que hicieron por el Maresme y otras pueblas del Vallès. Los bomberos de Sabadell también colaboraron desde el día 26, poniendo un vehículo, una motobomba y personal a disposición de sus compañeros terrassencs. Y los bomberos voluntarios provinciales, venidos de Barcelona, también dieron un golpe de mano, ya desde el día 26.
El cementerio de Terrassa vivió los días más frenéticos de su historia. Los trabajadores del centro, ayudado también por los bomberos en las tareas de limpieza de cuerpos, hicieron jornadas maratonianas para poder cumplir con el trabajo. La identificación de los cadáveres fue un proceso complicado y que en muchos casos no se resolvió con éxito. También hay que citar las colaboraciones de la Cruz Roja, el ejército y la Policía Armada, así como de los miles de terrassencs que ayudaron sus conciudadanos. Y no nos podemos dejar de denominar las mujeres de los bomberos, que, sufriendo por el trabajo de sus hombres y el destino de su ciudad, estuvieron toda una semana colaborando en el avituallamiento por los bomberos y el resto de voluntarios.
Y, finalmente apuntar que el agradecimiento de la ciudad en el cuerpo de bomberos se vio reflejado, en el jefe de ocho meses, cuando a la Fiesta Mayor del 1963 se le fue confiar de llevar el penó de la ciudad. También a finales de aquel año, la Diputación de Barcelona condecoró la bandera del cuerpo con la Cruz de San Jorge en categoría de corbata.