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Una huella del pasado: la icnita de un anfibio gigante encontrada en Vacarisses

En el término de Vacarisses se descubrió una huella fosilizada de un anfibio gigante que vivió hace más de 245 millones de años. Nos referimos a una icnita atribuida a Calmasuchus acri, encontrada en la zona de Puigcendrós y actualmente conservada en el Museo del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont, en Sabadell.

¿Qué es una icnita?

Las icnitas son huellas fosilizadas dejadas por animales en sedimentos blandos que con el tiempo se consolidaron en roca. A diferencia de los fósiles de huesos, las icnitas nos hablan del comportamiento, movimiento y presencia de animales extinguidos en un territorio concreto.

El Calmasuchus acri es un temnospóndilo, un tipo de anfibio prehistórico de grandes dimensiones que vivió durante el Triásico medio, hace unos 245 millones de años. Fue descrito por primera vez en el año 2011 a partir de restos encontrados en el Pla de la Calma, en el macizo del Montseny, de donde proviene su nombre.

Este animal podía llegar a medir más de 1,5 metros de longitud y se alimentaba de peces y pequeños vertebrados en ambientes acuáticos de agua dulce. Su apariencia recordaba a un híbrido entre una gran salamandra y un cocodrilo primitivo, y probablemente habitaba ríos y zonas húmedas.

Icnita de Puigcendròs, Vacarisses

La huella encontrada en Puigcendrós, dentro del término municipal de Vacarisses, conserva la forma de la pata posterior del animal con un alto nivel de detalle. Curiosamente, al principio hubo cierta duda sobre la ubicación exacta del hallazgo, ya que la persona que la descubrió era vecina de Olesa de Montserrat. No obstante, tras una revisión más precisa del lugar, se confirmó que la icnita pertenece al término de Vacarisses.

La icnita actualmente forma parte del fondo paleontológico del Museo Crusafont de Sabadell, donde se conserva, estudia y muestra al público como una ventana abierta al mundo remoto del Triásico. Como curiosidad, no detalla la ubicación del hallazgo de esta pieza.

Un patrimonio que hay que hacer visible

El hallazgo de esta icnita nos dice mucho más de lo que puede parecer a primera vista. No es solo una huella fosilizada: es una impronta del tiempo, una marca tangible de un mundo radicalmente diferente que existía hace 245 millones de años, mucho antes de que los humanos apareciéramos.

Nos confirma que en el territorio que hoy conocemos como Vacarisses había ecosistemas acuáticos que podían sostener vida animal compleja. Nos conecta con un paisaje remoto, poblado por criaturas como el Calmasuchus acri, que caminaban por tierras que ahora pisamos nosotros.

Nos recuerda que el conocimiento científico no es abstracto ni lejano, sino que puede surgir de un pequeño rincón del mundo, como Puigcendrós. Nos muestra que la ciencia también tiene una dimensión local y arraigada al territorio.

La icnita actúa como archivo natural: la Tierra recuerda. Donde ahora hay bosques mediterráneos y pistas forestales, antes había lagos triásicos. Esta memoria geológica nos confronta con la transitoriedad de las realidades humanas y la profundidad del tiempo planetario.

Icnita Calmasuchus acri, La Mora. Tagamanent, Vallès Oriental

Vivimos en una sociedad a menudo desconectada de la naturaleza profunda y del tiempo largo. Me gusta pensar en este hallazgo como un aviso para plantear una mirada humilde: ante la magnitud del tiempo geológico, nuestros conflictos, ideologías o fronteras se vuelven efímeros. Nos relativiza.

Como el recuerdo de pertenencia universal: nos invita a ver nuestro territorio no solo como un espacio político o social, sino como parte de un relato evolutivo y planetario mucho más amplio. Y, como un puente entre ciencia y cultura: este tipo de hallazgos pueden integrarse en el discurso patrimonial, educativo y simbólico del municipio, ayudando a repensar la identidad local no solo desde la historia humana, sino desde la historia natural.

En definitiva, esta icnita nos recuerda que somos paseantes recientes sobre tierras antiguas. El pasado de la Tierra es también parte de nuestro presente cultural —y quizás, de nuestro futuro más consciente.

Càrol Paez, autora del blog Edat Mitjana s. V – XV i més.

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