Este 2024 se cumplen 80 años del colapso del Pantà de la Xuriguera (o Xoriguera, Lago Gran, Lagu Gran, Llac Gran), un lugar de recreo, de pesca, de paseo, de ocio y de colonias para los más pequeños, que ofrecía incluso paseos en pequeñas barcas. Además de la función original, almacenamiento de agua.Las imágenes nos ayudan a recordar.
La noche del 23 al 24 de febrero de 1944, debido a unas fuertes tormentas, el muro cedió y liberó casi un millón de metros cúbicos, con ocho víctimas y daños irreparables en la agricultura. En este enlace encontrarán sus nombres y sabrán de qué familia eran). Aún hoy, 80 años después, se pueden encontrar restos de los muros en el torrente de Gaià aguas abajo, hasta la zona de la estación de Sant Miquel de Gonteres. Y en uno de los caminos que pasa por encima de la masía de Can Guitard quedan pequeñas muestras de la pared del embalse.
Las deficiencias en la construcción y la precariedad de los materiales ya fueron detectadas por el arquitecto Lluís Muncunill, quien advirtió del peligro de colapso. Desde un principio aparecieron filtraciones en el muro, y en abril de 1902 ya se revocó una franja de dos metros de altura.
Es bueno indicar que el embalse no se reconstruyó porque, tal como se publicó en la Vanguardia (el 26 de febrero de 1944), “debido a la sequía que la zona ya sufría en los últimos años, el caudal del embalse y de las minas de donde se extraía el agua para Terrassa no era suficiente para abastecer el crecimiento de la industria y el aumento de la población”.
Un acontecimiento crucial para la ciudad de Terrassa
A finales del siglo XIX, el 31 de octubre de 1898, se produce un acontecimiento crucial para Terrassa: comienzan las obras de construcción del embalse de la Xuriguera, con capacidad para 1.200.000 metros cúbicos de agua, que se terminan en 1902. El Lago Gran, en el torrente de Gaià (carretera de Rellinars, kilómetro 4,5) solucionaba las carencias de una ciudad sedienta, de unas empresas que por la falta de agua se iban a los cauces fluviales de los ríos Llobregat y Ripoll. Una de las grandes fuentes de suministro eran el Caus, la surgencia intermitente más famosa de la comarca.
El embalse, diseñado por el arquitecto Joan Baptista Feu, se alzaba 40 metros. Los cinco metros de ancho de la parte superior permitían el paso de pequeños carruajes.
La conducción del agua a la ciudad se realizaba mediante un tubo que se empalmaba con la mina Matalonga, en ca n’Amat, desde donde el agua llegaba a la estación receptora del plan de l’Ametllera, en el Torrent d’en Pere Parres
La llegada hasta Terrassa de las aguas del río Llobregat, el 3 de julio de 1943, después de nueve años de trabajos y esfuerzos, del Ayuntamiento y del Instituto Industrial. Desde entonces, con esta conducción, la ciudad quedó liberada de la pesadilla de la falta de agua.

