El Carnaval de Terrassa siempre ha sido una fiesta de diversión, sátira y libertad de expresión, pero esto no puede servir como excusa para ridiculizar a determinados colectivos. Este año, el cartel elegido ha provocado un profundo malestar entre muchos creyentes, no solo por su contenido, sino también por el lugar donde se presentó: una capilla funeraria del cementerio, con nichos y una cruz católica. Esto ha ido más allá de la simple transgresión festiva y se ha convertido en una ofensa directa.
El Ayuntamiento, como institución que representa a todos los habitantes de Terrassa, debería velar por la convivencia y el respeto entre los ciudadanos, y no avalar actos que generen división. No es solo una queja de los católicos, sino que otras
confesiones, como la musulmana y la evangélica, también han expresado su
rechazo.
El alcalde ha defendido el cartel en nombre de la libertad de expresión y la sátira, pero estas tienen límites cuando se convierten en una burla a las creencias de una parte de la sociedad. De hecho, en 2018 se retiró un cartel de Carnaval por considerarlo inapropiado. Si entonces se entendió que un cartel no debía ser ofensivo por cuestiones de género, tampoco debería serlo por motivos religiosos, como tampoco de raza, idioma, etc.
También es necesario reflexionar sobre el hecho de que se haya optado por un cartel generado con inteligencia artificial cuando Terrassa tiene un gran talento artístico local que ha sido ignorado. Además, recordemos que el Carnaval es una fiesta para todos, especialmente para los niños, que tienen derecho a vivirla desde la inocencia, sin tener que estar expuestos a mensajes de odio o con contenidos sexuales.
Por eso, cientos de habitantes de Terrassa pedimos la retirada de este cartel y que se trabaje para garantizar un Carnaval inclusivo y respetuoso para todos. La fiesta puede ser transgresora y crítica sin necesidad de ofender ni dividir. Es posible un Carnaval que haga reír sin hacer daño.