El Archivo de Terrassa abrió en Twitter el hilo: «Medidas locales, efectos globales. Pestes en Terrassa (1506-1520)».
El siglo XVI se inició con una fuerte peste en Barcelona entre 1506 y 1507. En Terrassa, las medidas fueron impedir el acceso a personas foráneas que vinieran de lugares con peste, bajo la amenaza de «guardarse de aquello que se tiene que guardar, si no ni amor ni gracia tendrá».
En 1515 la amenaza volvió a la villa. Lo sabemos por la prohibición de jugar a ciertas actividades que solían agrupar a mucha gente a su alrededor, por ejemplo jugar «a palé» o a los bolos. En cambio el juego individual con una «rutlla» se podía hacer.
Evitar la agrupación se sumaba al hecho de evitar el contacto con personas que hubieran estado próximas al riesgo. En 1515, el Consejo de la villa se celebró fuera murallas, cerca del Portal Nou, por no saber si los consejeros del término habían estado en contacto con gente de Barcelona.
Respuesta a los males infecciosos
La necesidad de dar respuesta a los males infecciosos provocaron que el Hospital de la villa se tuviera que ampliar con la construcción de una torre encima del valle de levante en 1518. El Hospital sale en este documento cerca de la iglesia antigua del Sant Esperit, dentro de la villa.
El «descubrimiento» de nuevas tierras en América y en África, así como el comercio intensivo con Asia, hizo que población diversa circulara con libertad por nuestra villa. Unos esclavos negros en 1500 y una comitiva de egipcios, son la prueba.
Uno de los riesgos de la globalización fue la expansión de enfermedades en territorios con población sin anticuerpos preparados para virus nuevos. La terrible epidemia de viruela de 1520 en México es una prueba clarísima con más de 50 millones de personas muertas. En 1520 la epidemia también estaba aquí.
La lucha por los familiares hacía que muchos, como Joan Brocart, acogieran en casa suya enfermos próximos. El Consejo lo denunciaba y quería expulsar a los enfermos. Él dijo que echaría a su nieta de la villa si la orden se extendía a otros aldeanos que estaban haciendo lo mismo.
Para poder circular libremente en tiempo de pestes, hacían falta «guiajes», lo que ahora llamaríamos «certificados de sanidad». En este caso del sastre Joan de Casamajor que venía a residir unos días a la villa de Terrassa.