
En los años 60 del siglo XX Jacint Garcia comenzó a construir un castillo en Les Fonts de Terrassa. El Cinto, como se le conocía, ha muerto a los 95 años.
Con el paso del tiempo, el edificio se ha convertido en un atractivo turístico. Sorprende la gran edificación en medio de la zona urbanizada y cerca del arroyo, con vistas a la estación de los Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya.
Es una gran construcción de piedra de época moderna –todavía está en construcción– que tiene un aire de castillo medieval. No sigue un esquema historicista, más bien es una amalgama ecléctica de elementos muy diversos. Incluso se puede descubrir un cierto regusto del surrealismo daliniano. Su autor ha combinado los elementos constructivos propios de la arquitectura medieval (grandes torres, fosos, barbacanas, almenas y gárgolas) con la decoración de bustos románicos dispuestos a la manera clásica de la escultura funeraria, combinados con personajes de otras épocas. Es un castillo postindustrial.

Una fortaleza
Son destacables también los forjados de formas naturales de resolución muy cercana a las formas modernistas. El resultado ha sido convertir su casa de pueblo en una verdadera fortaleza medieval que transpira la verdadera pasión de su propietario por los objetos antiguos.
El castillo desconcierta a los transeúntes. Los vecinos ya se han acostumbrado a la presencia de esta edificación inacabada. Jacint Garcia Mas, el Cinto, se dedica a la compraventa de antigüedades. En un principio vendía vino, hasta que se aficionó a la adquisición de los trastos viejos de masías y casas. Levantó un edificio de forma anárquica para usarlo como almacén.
Está construido con imperfecciones ya que han pasado muchos albañiles que, cobrando poco, hacían el trabajo cuando la empresa en la que trabajaban paraba o cerraba. El interior del edificio está inacabado, con escaleras estrechas y un laberinto de salas que sirven de almacén y una habitación terminada, en la que vive su propietario.

En 1983 Jacint Garcia sufrió un absurdo: la policía se presentó en su casa y lo detuvieron al encontrar que poseía piezas de arte que habían sido robadas de una masía abandonada de Cervià de Ter. Fue retenido en el depósito carcelario de la Policía Municipal y en la Prefectura Superior de Policía de Barcelona.
Consiguió la libertad provisional, al cabo de seis días, previo pago de 100.000 pesetas. Según su versión, un vendedor llamó a su casa ofreciéndole un lote de piezas valoradas en 450.000 pesetas. Aunque primero le hizo un adelanto de 150.000 pesetas, cuando Jacint examinó atentamente el material vio que el valor era mucho más alto de lo que había pensado. Cuando el vendedor volvió para cobrar el resto, confesó que las había robado. Jacint no quiso saber nada y devolvió el botín, del cual se quedó algunas piezas a cambio del dinero que había adelantado.
La policía, siguiendo pistas y material que en algunos casos entró a Francia por Andorra, llegó hasta la casa de Jacint Garcia. Él aducía que conservaba todos los recibos que probaban el origen de la compra y que su detención fue producto de un aviso que hizo otro coleccionista solo por envidia.

Un par de esculturas barrocas
La periodista Teresa Romero, en un reportaje en el Diari de Terrassa, describía «que las piezas más apreciadas por su propietario son un par de esculturas barrocas de media tonelada de peso cada una que fueron talladas en madera en el siglo XVIII, según parece, por el escultor Antoni Ribera. También las estatuas de Sant Ramon y Sant Domènec, procedentes de la Casa Milà de Barcelona y que solo tienen ocho reproducciones en todo el mundo.
También encontramos policromados procedentes del Palau de Pedralbes, dos puertas con pinturas japonesas que Gaudí hizo instalar en la Casa Milà de Barcelona, una vitrina que fue propiedad de los condes de Urgell, mobiliario de marquetería de caoba de principios del siglo XX o la bañera de Luis XVII.



