Texto cedido por Càrol Páez, autora del blog Edat Mitjana s.V – XV i més
El macizo montserratino está situado casi en el centro de Cataluña. Ubicación que lo ha dispuesto históricamente como un importante punto de encuentro y de paso. A su disposición geográfica, se le suma el descubrimiento de una imagen de la Virgen (1), y, configurado a su alrededor, la organización de un santuario como foco de irradiación devocional y promoción de los múltiples milagros sometidos a la Santa Imagen.
El Mont-Serrat se difunde fuera de Cataluña a lo largo de los siglos, despertando una fuerte devoción divulgada de la mano del peregrinaje. Un potente dinamizador cultural, religioso y social, en auge por toda Europa y, especialmente, en territorio peninsular. Dentro de este contexto sociocultural e histórico, en el estricto perímetro del macizo e irradiantes hacia diferentes direcciones, se consolidan cuatro grandes caminos de devoción: el de Collbató, el de can Maçana, el de Monistrol y el de Marganell.

El camino real de Collbató a Montserrat
El camino de Costa de Montserrat o de las Baterías (2) como terminología más actual, fue, en la época medieval, el camino real más famoso para subir al santuario. Formaba parte de una red viaria esencial de intercambio entre Barcelona, la montaña de Montserrat y las tierras interiores, como las de la comarca del Bages. Esta ruta era un camino estratégico tanto para el tránsito de mercancías como para la religiosidad, ya que llevaba los peregrinos hasta uno de los lugares más venerados de la Corona de Aragón.
Consolida su importancia, como paso principal de reyes y personalidades señoriales, con la presencia de siete cruces. Estas están ubicadas en puntos clave de la ruta, y servían tanto de guía espiritual como de hito para los peregrinos que ascendían hacia el santuario. Fue el rey Pedro III, el Ceremonioso (1336-1387), quien en el s. XIV, profesó como comitente económico de su construcción. Unos trabajos iniciados bajo el priorato de Jaume de Vivers y que concluyeron en 1732.
Es posible que la principal motivación e interés del priorato, en un principio, fuera estratégica. No olvidemos que, el antiguo Camino Real de la Costa de Montserrat, fue un importante eje de comunicación entre la comarca del Bages y la montaña de Montserrat. Estas instituciones monásticas, no solo eran espacios de devoción y oración, sino también puntos de asistencia básica para los viajeros. El priorato, bajo la dirección del prior, solía incluir instalaciones para proporcionar comida, descanso y cuidados médicos a quienes los necesitaban. Además, los monjes ofrecían apoyo espiritual y guía a los peregrinos, ayudándolos a meditar sobre el sentido religioso de su peregrinación y facilitando un ambiente de reflexión y recogimiento.
Estas cruces también implicaron colaboraciones entre maestros canteros, escultores y pintores de la época, habitual en un tiempo acotado por los gremios. Como Ramon Merenyà maestro cantero de Girona, Pere de Moragues quien coronó los relieves, y Bartomeu Soler, pintor y ciudadano de Barcelona, para dotar estas hitos de gran belleza artística con relieves y policromía. Así, las Siete Cruces se convertían no solo en puntos de guía sino en verdaderas obras de arte, reflejando la espiritualidad que rodea la montaña de Montserrat.

La historia de las siete cruces de piedra
El número de las cruces queda definido en los siguientes documentos aportados por el padre Albareda (4), lo que no plantea duda en la cantidad. Hay cierta ambigüedad e imprecisión en su ubicación, pero. Sí sabemos que las siete cruces representaban los siete gozos y los siete dolores terrenales de la Virgen. Paralelismo simbólico en el acompañamiento de los peregrinos que subían a Montserrat.
La reforma y sustitución de las siete cruces, por unas de estilo de «cruz cubierta», más a la moda y gustos del momento, cubrían las cruces originales y proporcionaban recogimiento y refugio a los peregrinos. Fue un encargo testamentario del noble Galceran de Requesens y Joan (5) realizado entre 1505 y 1509. La obra fue encargada al cantero navarro L. de Otazu (6), quien esculpió las cuatro columnas sustentadas de los templetes y los cuatro capiteles octogonales, con la heráldica de los Requesens cuartelada con las armas, en sendas caras alternas.
Tiempo bélico, durante la Guerra del Francés (1808-1814), muchos caminos estratégicos que subían al monasterio, se convirtieron en zonas calientes de combate. En este paso, la instalación de baterías defensivas y enfrentamientos con las tropas francesas, fue reiterada. Circunstancias que hacen pensar en una abatida y esparcida por los barrancos de todo a su paso, así como un posible reaprovechamiento, por los campesinos, de estas piedras para hacer márgenes una vez terminada la contienda.
Uno de estos capiteles, con el escudo de la familia Requesens esculpido, curiosamente, se puede ver incrustado en un tramo del torrente de Lladerns.
Agradecimientos: Imagen de portada e inferior donde se ve el capitel incrustado, cedidas por Carlos Vargas y Jordi Colobrans, escaladores profesionales. El acceso al elemento es solo apto para escaladores con material y buena preparación física.

Notas
(1) El primer texto que hace referencia a la leyenda, data de 1239, lo que evidencia que Montserrat es un lugar santo desde hace muchos siglos, tanto por la presencia de la imagen de Santa María como por la de miles de peregrinos.
(2) Sobre la incertidumbre en el nombre original de este camino, referir el testamento de Galceran de Requesens, una figura destacada del siglo XIV, donde se hace referencia a este camino como el ‘Camino Real de la Costa de Montserrat’.» El ‘Camino de las Baterías’ es una denominación posterior que hace referencia a una de las variantes o tramos del antiguo ‘Camino Real de la Costa de Montserrat’. Esta nueva denominación surge a causa de las construcciones militares de fortificaciones (baterías) que se instalaron en la zona, principalmente durante los siglos XIX y XX, especialmente en el contexto de la Guerra de la Independencia Española (1808-1814) y la Guerra Civil Española (1936-1939).
(3) El Priorato de Jaume de Vivers era una Fundación monástica medieval situada en el municipio de Sant Joan de Vilatorrada, en la comarca del Bages, en Cataluña. Este priorato estaba vinculado a la Orden de San Agustín, aunque en sus orígenes podría haber tenido conexiones con otras órdenes monásticas o incluso haber sido una fundación privada.
Aunque el priorato de Jaume de Vivers no era un monasterio de primer orden como Montserrat, es probable que tuviera una función complementaria dentro del conjunto religioso y espiritual de la zona, ayudando a controlar el acceso a la montaña y ofreciendo apoyo a los peregrinos.
(4) Antoni Maria Albareda, fue un monje benedictino, historiador, e investigador destacado, especialmente conocido por sus aportaciones al estudio del arte y la cultura religiosa en Cataluña. Nació en 1902 y murió en 1966, y su obra abarca una amplia gama de aspectos de la historia religiosa y artística, con especial énfasis en Montserrat y su patrimonio.
(5) Galceran de Requesens y Joan de Soler (1439-1505) murieron en Barcelona el 8 de septiembre de 1505. La infancia de Galceran de Requesens debía estar muy ligada a la vida de alto funcionario real que tenía su padre, que servía al rey Alfonso el Magnánimo, tanto en Barcelona como en Nápoles.
(6) L. de Otazu (también conocido como Llorenç de Otazu) fue un cantero navarro activo en Cataluña durante los siglos XIV y XV, en una época de gran actividad constructiva en la arquitectura gótica catalana. El hecho de que Llorenç de Otazu fuera navarro resalta la importancia de la colaboración entre maestros de oficio de diferentes lugares y la circulación de ideas y estilos artísticos en la edad media.
