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La Mola nunca más tendrá un restaurante

La Diputación de Barcelona lo ha dejado muy claro: La Mola nunca más tendrá un restaurante. Un año después de la finalización del contrato de concesión de los servicios de la cima, el ente ha explicado la situación actual y las acciones que ya se han emprendido para preservar el entorno natural y el conjunto monumental del monasterio de Sant Llorenç del Munt y su entorno. Han intervenido en la presentación Xesco Gomar, diputado del Área de Espacios Naturales e Infraestructura Verde, Sònia Llobet, directora del Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, y Albert Abaurrea, jefe de Servicio de Análisis Gestión Territorial Inversiones y Obras de la Gerencia de Servicios de Espacios Naturales de la Diputación de Barcelona.

La Mola/Joan Manel Oller

La sostenibilidad

«Descartamos el restaurante para siempre». Albert Abaurrea ha sido contundente. La razón: la sostenibilidad. Un servicio de comidas es incompatible con lo que pueden generar las placas fotovoltaicas que se deben instalar en el monasterio y que deben permitir el cien por ciento de las necesidades, sin depender de ningún otro sistema. Cabe recordar que el suministro eléctrico no llega al punto más alto del espacio protegido. «Las infraestructuras de producción de energía que había hasta ahora eran obsoletas y funcionaban con combustibles fósiles», se recalca desde la diputación. El ente ha realizado un estudio donde se ha comparado lo que se gastaba en kwh al año con el restaurante a pleno rendimiento. En el nuevo escenario se plantea, con la utilización de la depuradora de aguas residuales (EDAR) o sin hacerlo. Con el restaurante se consumían 73.486,96 kwh anuales. Con las nuevas propuestas, serían 36.635,05 y 17.040. En el modelo 2 hay un 23,18 por ciento menos de consumo que con el restaurante en marcha.

El estudio indica cuántas placas fotovoltaicas serían necesarias para cubrir los consumos: con restaurante, 313,4 metros cuadrados; con EDAR, 155,25; y sin la depuradora, 22,68. Esta cifra final es posible, apunta Albert Abaurrea. Se concluye: «Por tanto, según las limitaciones, técnicas y de disponibilidad de espacios, se considera que solo el escenario 2 -sin EDAR ofrece un grado adecuado de compatibilidad entre las instalaciones, las actividades y los servicios de la cima de La Mola y su entorno natural protegido». El EDAR tampoco se hará. Y sí se apuesta por los baños secos sin agua y sin electricidad.

Xesco Gomar, diputado del Área de Espacios Naturales e Infraestructura Verde, Sònia Llobet, directora del Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, y Albert Abaurrea, jefe de Servicio de Análisis Gestión Territorial Inversiones y Obras de la Gerencia de Servicios de Espacios Naturales de la Diputación de Barcelona.

Una polémica que fue más allá

El negocio de restauración abrió hace 57 años, y se ha ido desmantelando poco a poco. Una de las responsables, Gemma Gimferrer, escribió un comunicado explicando la situación, y abrió la caja de los truenos. El mensaje voló por las redes sociales. Hasta el punto que la Diputación respondió con celeridad. Además, se abrió una campaña en change.org. Nada hizo cambiar de parecer a la Diputación. El 4 de diciembre de 2024 comenzaron las actuaciones para acondicionar y actualizar las instalaciones del recinto de la Mola. Desde que cerró el restaurante emblemático, todo ha cambiado, con nostálgicos del servicio de comida y con quienes creen que ahora se respeta mucho más la naturaleza. Paso a paso se avanza hacia una Mola diferente de la conocida. La afluencia estimada de visitantes a la Mola bajó un 10,5 % entre enero y mayo de 2024. ¿Qué se ha hecho de las mulas que paseaban por la cima?. Se han repartido entre Sant Llorenç Savall, Cabrera, Castellar del Vallès, Sabadell y Les Preses. El Trabuc se puede encontrar ahora en la casa de las Oliveres. El Plan de futuro de la Mola se presentó a principios de 2024. Todo el mundo opinó, como Marcel Puig, que escribía: «Se cerrará un espacio de socialización entre gente que todavía dice “Buenos días” cuando se encuentra por los caminos». También hablaban Antonio Sánchez, que encontraba la decisión increíble, y la concejala de ERC Ona Martínez, Joan Forrellat, que veía un futuro incierto; Salvador Pérez, que creía que el restaurante era un problema; el exdirector del Museo de Terassa y historiador del arte Domènec Ferran, y Vicenç Villatoro, con el artículo «La llumeta de la Mola», que apuntaba que «como terrassense, para mí la Mola es un espacio extremadamente singular. Significativo. No es un puro accidente geográfico». Defensores y detractores del restaurante se fueron enfrentando. Los defensores abarrotaron La Mola. Los concesionarios estaban emocionados, y con alguna lágrima cuando los excursionistas se les acercaban y les daban ánimos. Se recogieron hasta 10.000 firmas contra el cierre.

Cima de la Mola/Marcel Puig Puig-Arxiu

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