Después de un año muy seco, de ocho meses con escasas o nulas precipitaciones, el 21 de febrero de 1913 llovió fuerte sobre la ciudad y se empezaban a mitigar los efectos de la sequía, que ya preocupaban a la población y a las autoridades de la época. Pero fue en pleno verano, cuando un fuerte temporal, caído el 7 de agosto, provocó graves destrozos.

La fuerza del agua hizo que cayera un gran muro del lecho de la riera del Palau

Además de la inundación de numerosas huertas situadas entre Sant Pere y Can Bosch, arrasadas por el desbordamiento del torrente de Vallparadís, la fuerza del agua hizo que cayera un gran muro del lecho de la riera del Palau y se derrumbara una bóveda situada frente al Mercado de la Independencia.

El agua se mezcló con barro y piedras

Lo que hoy es un gran parque central, el agua se mezcló con barro y piedras y en lugares como debajo del puente de Sant Pere parecía un río importante, ocupando de lado a lado, sobresaliendo las verduras aisladas por encima del agua, según nos cuenta el cronista de Terrassa Baltasar Ragon en su libro “Una cosa cada día”. El mismo autor relata que en el castillo, el agua arrancó una pared considerable de cuatro palmos de grosor. Los cálculos de la época apuntaban que unas sesenta huertas habían desaparecido.

Las aguas descontroladas invadieron varias casas de la Rambla d’Ègara, sobre todo las situadas en la acera izquierda, y hicieron que los vecinos temieran incluso por su integridad física. Fue necesaria la presencia de la Guardia Civil para ayudar a las personas afectadas.

La Comarca del Vallès nos menciona algunos de los episodios que se vivieron: “… Cuando el cabo Domingo Regiga y el guardia José Campos se dieron cuenta de los gritos aterradores que salían de la casa situada en el número 149 de la Rambla fueron al auxilio de las mujeres que vivían allí”.

La puerta estaba cerrada y no se podía abrir fácilmente. Por suerte, después de varios intentos, lograron desencajarla y entrar a la vivienda. Una de las mujeres, la más joven, de 25 años, había sufrido un desmayo y el agua ya le llegaba hasta las rodillas. Los guardias la pudieron sacar y luego, junto con otros vecinos de la zona, fueron a ayudar a otras personas que veían cómo el agua se llevaba sus muebles y otros objetos.

Quizás sería bueno recordar que cuando la villa de Terrassa se expandió a finales del siglo XIX lo hizo hacia el oeste de la riera del Palau, y se encajonó esta vía de agua, con muros desde la Rasa hasta la carretera de Martorell, con un puente en el Portal de Sant Roc. Pero esto fue insuficiente y se acordó terminar la canalización con la intención de transformar la parte liberada en un bulevar o rambla similar a la de Barcelona. En 1903 se inauguró la cubierta que iba del Raval hasta el Portal de Sant Roc.

En la calle de Sant Marià, el agua se llevó una gran pared situada muy cerca de Baldrich y una junto a la Escuela Pia (entonces Colegio de los Padres Escolapios) y de la calle Sant Domènech. El muro se había construido recientemente, después de las obras de ampliación de la calle del Colegio. Volvió a faltar poco para la tragedia, pero los pocos transeúntes que había por la calle pasaban por otros lugares de la ciudad. Y también gracias a la hora, no había niños que fueran ni salieran de la escuela.

Con la caída de la pared, el agua entró en casa de la vecina Rosa Ballber de la calle de Sant Domènech, donde tuvieron que acudir los cuerpos de seguridad de la época y los bomberos. Quien se salvó de milagro de sufrir un susto fue un tal Lájara, teniente de las fuerzas de caballería, que estaba apoyado en el muro de la Escuela Pia justo en el momento que cayó.

La tromba cayó a las dos y media de la tarde y duró más o menos un cuarto de hora, pero a las tres y media volvió a repetirse con fuerza. Además de Terrassa, las precipitaciones hicieron daño en Ullastrell, Matadepera y Viladecavalls, donde el granizo acabó con buena parte de las cepas de los viñedos.

Por la noche volvió lo que entonces fue considerado un ciclón, con una fuerte descarga de agua. Los daños ocasionados por los vientos desbocados fueron importantes. Toda la gente abonada a la compañía de electricidad se quedó a oscuras. Los desperfectos en la red fueron tantos que un día más tarde parte de los trabajadores de las fábricas de Terrassa tuvieron que quedarse en casa porque en sus industrias no regresaba la electricidad.

En la avenida de Jacquard, el viento se llevó postes eléctricos y en la carretera de Montcada, cerca de la calle de Topete, se llevó cuatro grandes árboles de raíz.

El edificio industrial Ullés, Margarit i Comerma se quedó sin una de sus paredes, que lesionó gravemente a un trabajador llamado Farge. En la fábrica Matarí y Salallasera cayó también una fachada y quedó totalmente derrumbado el nuevo taller de la fábrica de cortar madera Sanllehí. También se derrumbó una casa nueva situada en la Riera del Palau.

El agua de la riera de Les Arenes bajaba a toda velocidad pero no se desbordó, salvo por los daños en el lugar de unión con la carretera de Rubí, por donde no podían pasar los carruajes.

El caos fue generalizado en toda la ciudad. Los bomberos tuvieron muchas horas de trabajo, básicamente para sacar agua de sótanos e instalaciones inundadas. Muros caídos, huertas desaparecidas, chimeneas que se desplomaron, balcones que se descolgaron… La situación llegó a ser caótica.

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