La Mola ha estado este sábado a mediodía más masificada que nunca. Decenas de personas se han reunido en la cumbre más alta de Parc Natural de Sant Llorenç del Munt y el edificio románico que lo corona para mostrar su disconformidad con el cierre del restaurante que la familia Gimferrer ha regentado durante 57 años. Han sido los mismos administradores los que han hecho la convocatoria. Las redes sociales han hervido los últimos meses con la polémica entre los defensores y los detractores del servicio de comedor, a pesar de que los primeros han ganado por goleada. Los concesionarios estaban emocionados, y con alguna lágrima cuando los excursionistas se los acercaban y los daban calor. Lo han visto como un desahucio.
A las 12 se ha hecho el acto central, una concentración en la era, detrás una pancarta que decía: «La Mola es de todos y todas. No al cierre del restaurante». Los manifestantes han gritado frases como: «La Mola es de todos»; «Queremos almorzar»; «Volamos judías con morcilla», «No al cierre»; «Xesco Gomar, dimisión»; «Viva La Mola», y «Fuera los Botiflers». Una de las anécdotas de la jornada ha sido la presencia de un helicóptero de los Mossos sobre la cumbre.
El restaurante estaba atestado. Con gente esperando turno. Y con una sensación de tristeza entre los más habituales.

Ferran Bernadí Gimferrer es uno de los miembros de la familia concesionaria: “Ha sido una despedida forzosa. Y estamos evidentemente tristes. Yo soy de los que pensaba en un milagro de última hora. Pero no. Y agradezco todo el apoyo de la gente, y de la que hoy ha subido para manifestarse. Y ahora qué? Iremos al Club Natación Sabadell, a finales de febrero seguramente».
Kiko Sala, excursionista y habitual del restaurante y de La Mola, ha declarado: “Un acto emotivo. Estamos indignados. Si la única solución para resolver un problema es cerrar el restaurante, no vamos nada bien. El que han hecho es muy pobre. Se tiene que sentar y hablar. Hay soluciones. Yo que hago montaña y cumbres de 3.000 metros, encuentro refugios perfectamente adaptados, con agua, electricidad, comidas…

Nil López, exalcalde de Matadepera, considera que «se acaba con uno de los grandes atractivos turísticos del pueblo, del Vallès y de Cataluña. Yo pediría al director del parque y al diputado de la Diputación que reflexionen y paren el proceso. Creo que han aprovechado los cambios políticos para plasmar una decisión que ya tenían pensada. No han tenido en cuenta las sensibilidades. Pienso que sería bueno que hablaran. Quiero recordar que cuando era alcalde propusimos hacer una zanja desde el pueblo para poder llevar agua y electricidad arriba y poner un tubo por el alcantarillado.»

De media, alrededor de 200.000 personas suben al año a la Mola, y unos 300.000 en el Parque Natural. El servicio de comidas se sitúa en dependencias del monasterio benedictino de Sant Llorenç (del siglo XI), declarado Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) y adquirido por la Diputación de Barcelona el 1983. El conjunto monumental, de 946 metros cuadrados, tiene iglesia, galilea y el antiguo edificio de la hostería. Los responsables del ente y el diputado afirman que con el Plan de Futuro se reducirá drásticamente el número de visitantes.

Ni un paso atrás de la Diputación
La Diputación de Barcelona no ha dado un paso atrás y la clausura es definitiva desde este fin de semana. No valora que se hayan recogido más de 14.000 firmas a favor de la continuidad, pero el diputado de Espacios Naturales e infraestructura Verde, Xesco Gomar, remacha que una cosa son los sentimientos y la otra el que, a parecer suyo, hay que hacer en La Mola, que es acabar con la masificación. La Diputación aprovecha el cierre del restaurante para dar un paso adelante y replantear qué tiene que ser, y cómo, el espacio, una gran joya del país.
El restaurante de La Mola servía 23.000 comidas anuales, el que se traducía, según el político, en un volumen de transporte de mercancías y generación de residuos superior a las 80 toneladas, y tenía consecuencias «muy evidentes. En este espacio, el peso de la restauración se había impuesto por encima de la educación ambiental y la preservación del patrimonio, que tendrían que ser prioritarios».
Xesco Gomar, ha explicado que en la última renovación de la concesión del restaurante, en 2018 -improrrogable- ya se detectaron «indicios de colapso» en el entorno del monasterio y de degradación» extrema.

La educación ambiental es la gran prioridad
El Plan de Futuro de La Mola presentado este el pasado jueves, contempla que la prioridad absoluta es la educación ambiental. El proyecto sitúa como servicios principales los relacionados con la divulgación del patrimonio natural y cultural. El objetivo es sensibilizar los visitantes y favorecer actitudes más comprometidas con el medio ambiente.


