¿Qué sería de Navidad en Terrassa sin el Quinto? Otra cosa. El Quinto está asociado a las fiestas egarenques del último mes del año y a enero del siguiente. Lo vemos como un juego inocente, para ir en familia si se da el caso. Pero… Pero, si vamos a 1914, había otra visión entre algunas de las personas más renombradas de la ciudad. Un grupo de personas envió una carta al director de La Comarca del Vallès con un titular muy claro: «Contra el Quinto». Encontramos como firmantes a M.Oliver, J.Riera, Gerónimo Aldabó, M. Tobella Aymerich, Vicente Alavedra, Ramon Paloma, J. García Argilaga, Francisco de A. Abad, Pedro Mulleras, Miguel Sánchez, M.Font, Bonifacio Romero, Juan Comerma, entre otros con apellidos como Badiella, Soler, Xicoy, Trullàs, Ventayol, Matarí, Ullés, Argemí, Rius, Comas o Pamies».

Un juego ya muy popular
¿Y qué decían del Quinto? Cosas como un juego perturbador, funesto, generador de «cientos de víctimas», frase que demuestra que ya era muy popular al inicio del siglo XX. Escribían: «Uno de los juegos más tentadores que existen. Los infelices que se arriesgan, alimentados por una vehementísima, pero vana esperanza, concebida porque les falta poco para llenar la cartilla, se dejan en el Quinto hasta la última peseta: los que pierden, que son la inmensa mayoría, quieren recuperar lo que han perdido y sueñan con la revancha, aunque solo aumentan sus pérdidas. Los que ganan, que son una ínfima minoría, anhelan aumentar las ganancias, y lo que ocurre habitualmente, casi siempre, es que pierden lo que habían ganado».

Ofrecían algunas cifras: jugaban unas seis mil personas, con «5.000 perjudicados, la mayoría humildes jornaleros que llevan la perturbación, no la alegría, a sus casas». De los ganadores destacaban que obtenían pocos beneficios, con excepciones, dado que el dinero «pasa a manos de los administradores». Los firmantes negaban que una parte de lo jugado fuera a obras de caridad. Y se lamentaban de que en cafés públicos y en sociedades políticas y recreativas «no se pudiera entrar sin ver a todos los concurrentes bajo la antipática cantinela de los números fatídicos… Y los cines casi vacíos, y los bailes desanimados y los teatros vacíos».