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Conoce el trabajo de la Brigada de la Muerte de las riadas del 62 en Terrassa

La denominada Brigada de la Muerte fue un grupo de personas de todos los estamentos sociales y profesiones que de manera desinteresada trabajó días y días en la limpieza de los centenares de cadáveres desnudados y plenos de barro y en su identificación durante las riadas del año 1962 en Terrassa y comarca.

La Brigada de la muerte hizo otra tarea muy importante que ahora continúa siendo fundamental: hicieron fotografías

La Brigada de la muerte hizo otra tarea muy importante que ahora continúa siendo fundamental: hicieron fotografías. Las imágenes servían, y sirven para intentar saber quién eran aquellos muertos, una herramienta especialmente útil por los familiares. En el grupo había religiosos, empresarios, extranjeros, trabajadores…

Eran 20, pero desgraciadamente no se sabe su nombre, quitado el de Antoni Pi

Eran 20, pero desgraciadamente no se sabe su nombre, quitado el de Antoni Pi. Eran verdaderos héroes que nunca, ni entonces ni ahora, han tenido un reconocimiento público, cuando lo dejaron todo para colaborar, poniendo en riesgo sus propias vidas en unos momentos donde el tifus hacía estragos entre la población. Muchos enfermaron.

Las lluvias afectaron el Vallès Oriental, el Baix Llobregat y el Maresme, Terrassa, Rubí, Moncada i Reixach, Sant Quirze Cerdanyola o Ripollet. El número exacto de víctimas no se pudo calcular nunca, puesto que en muchos de estos municipios se concentraban personas inmigrantes provenientes de muchos puntos de España sin estar censadas, pero 800 muertos y 300 desaparecidos pueden responder a la realidad. Las pérdidas económicas se calculan en 3.000 millones de pesetas de la época. Especulación del suelo, urbanización anárquica, la autoconstrucción de casas baratas y las insuficientes políticas de prevención de las autoridades franquistas hicieron todavía más grande este desastre.

La catástrofe se habría podido evitar, o cuando menos paliar, si la disciplina urbanística hubiera funcionado, y si la red de alcantarillado, los torrentes y el paso de las rieras por la ciudad hubiera sido canalizado de manera correcta.

En aquella Terrassa de los 60 del siglo XX llegaban ocho inmigrantes cada día, y se buscaban la vida. Encontraban trabajo y se construían una vivienda donde podían. La mayoría se fue al extrarradio, al entorno o adentro del cauce de la Riera de Las Arenas. Eran zonas donde la ciudad perdía el nombre, y las autoridades se despreocupaban. Las barracas no existían. Aquella gente es la que sufrió la gran riada. Y también la de la Rambla, pero las razones eran otras: los colectores excesivamente pequeños de la parte alta.

«El riesgo cero no existe. El hecho pero es que nuestra ciudad se puede sentir hoy mucho más tranquila para un posible fenómeno de lluvia torrencial, como el de aquel desafortunado 25 de septiembre de 1962». Son algunas de las conclusiones de Jaume Valls i Vila, autor de «La Riada de 1962. La catàtrofe que sacudió la Terrassa invertebrada del franquismo».

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