La falta de agua corriente en algunas viviendas y las necesidades fisiológicas y de higiene del pueblo en general y de los passavolants de visita en la ciudad hacía indispensable la puesta en servicio de establecimientos para el baño y urinarios. Estamos en la Terrassa de finales del siglo XIX y principios del XX.
Aquellos urinarios han dejado en el siglo XXI a los que se encuentran dentro de los bares o en algunas grandes establecimientos comerciales. En grandes acontecimientos al aire libre aparecen ahora los transportables. Pueden ser o no de pago, en función de la voluntad de tomar algo o de comprar algo como detalle. La costumbre de hacer las necesidades en la calle no está extendida, ciertamente, pero tampoco se hace difícil descubrir micciones a puertas y paredes, sobretodo el día siguiente a noches de viernes y de sábado, o de fiesta grande.
Ciudad viva, industrial y en crecimiento
El diario Egara del 31 de agosto 1907 se hacía eco de la necesidad de urinarios en una ciudad viva, industrial y en crecimiento, que sabía perfectamente a qué destinar el tiempo de ocio –teatros, cafés, casinos, tertulias… Era un momento de refinamiento -de las clases burguesas, no nos engañamos, porque buena parte de los obreros suficientes trabajo tenían para llevar un dinero a casa. “Los intereses de la salud exigen el establecimiento de casas de baño y se necessario su implantación”.
Unos de los mes populares y céntricos eran los baños y urinarios de la plaza de Clavé. Con la llegada de los Ferrocarriles de la Generalitat de Cataluña -o tren de Baix- en 1917 y la definitiva ubicación de la nueva estación se hizo necesario el escombro de casas, quedando un amplio espacio. Se le puso, en 1926, plaza de Clavé. Los terrassencs mejoraron la imagen que se ofrecía a la salida de la estación por los recién llegados con la urbanización del lugar.
En la banda de la calle de Vinyals presidía la plaza una gran farola de tres brazos, y a cada lado las entradas, una por hombres y el otro por mujeres. En el subsuelo había ubicados los nuevos urinarios y baños públicos, muy utilizados durante la década de los años treinta y cuarenta.
Cuando se procedió al escombro de las casas del Portal de Santo Roc, las que quedaban entre la plaza de Clavé y la calle Mayor, se remodeló todo el espacio y desaparecieron los urinarios y los baños.
Durante años, las ferias de primavera y otoño, así como el mercado del miércoles, se celebraban en el Paseo, También muchos actos de la Fiesta Mayor y otras como la revista del Sometent. Esto producía un problema, dado que cada rincón era bueno para orinar. Hacía que el espacio ofreciera un aspecto deplorable con mucho mal olor.
El Ayuntamiento, para resolver la cuestión, inauguró unos urinarios públicos bajo la glorieta que había en el paseo para alojar en los músicos de las fiestas. Cuando a principios del años cuarenta se procedió a la reurbanización del paseo debido al bastimento del monumento a los caídos, este urinarios desaparecieron, pero se construyeron dos de nueces en la entrada del puente. Lógicamente uno por hombres y el otro por mujeres, ambos también subterráneos.
Durante los años 70 este servicio del paseo cayó en desuso y fueron tapiados ante el hecho de que eran lugares frecuentados para tener relaciones sexuales furtivas. Cuando menos, esto decían las autoridades, en una fase histórica donde los contactos entre hombre y mujer todavía eran tabú –y no digamos entre dos seres humanos del mismo sexo.
Con la construcción, en 90, del aparcamiento subterráneo de la Plaza del Doctor Robert desaparecieron definitivamente del paisaje urbano, como también lo habían hecho sus típicos samalers, que incluso le dieron nombre a la zona.
Por la Fiesta mayor del año 1959 se inauguraba el nuevo Parque de San Jordi. La reconversión de los jardines de la Casa Freixa en parque público se había hecho conservando sus antiguas características, sin malograr su estilo romántico. Dentro del recinto además de la Masía Freixa, obra del arquitecto Lluís Muncunill y Parellada, también había un espacio por la gente mayor, un gimnasio y un pequeño edificio de formas gaudinianas, donde se ubicó un pequeño bar y servicios sanitarios. En los años 70 cayeron en desuso. En el 2005 en el parque había
unos lavabos transportables, entre la puerta de la placa de San Oleguer y la misma masía.
En las estaciones de tren
Otras lugares públicos donde se podía orinar era en los servicios receptivos que había a la estación del Ferrocarriles de la Generalitat de Cataluña y en la RENFE.
A la Fonda Peninsular del hermanos Pompidor, cuando esta estaba al Arrabal, donde ahora hay el Ayuntamiento -es decir, antes del siglo XX- inauguraron un servicio de baños. Se convertían en los primeros de Terrassa que podían usar clientes y gente no hospedada. Estos últimos, pagando el dinero que correspondiera para disfrutar de un rato de relax mercedes al agua.
Sabemos que el 10 de junio 1883 se inauguran las instalaciones de hidroterapia en los baños de la Fonda Peninsular, realizadas de acuerdo con el centro Médico de Terrassa. Esto quiere decir que antes del 1883 la fonda disponía de baños.
A principios del siglo XX también había el servicio de baños públicos como comercio. Un ejemplo lo tenemos en los Baños Públicos Antonio Brugueras, en la calle de la Rutlla, número 28. Este establecimiento se anunciaba a la prensa local informante de los precios con el cual se regía el servicio; “Precios de primera clase, un baño cono ropa 1’50 ptas; un baño sin ropa 1’25 ptas. Abonamientos para 9 baños cono ropa 11 ptas; 9 baños sin ropa 9’5 ptas. Segunda clase un baño cono ropa 1’25 ptas; un baño sin ropa 1 pta”.
Con el paso del tiempo los baños se hicieron innecesarios al contar con una buena red de agua corriente que llegaba a la mayoría de casas. Terrassa no ha sido nunca lugar de baños, pero es que sus aguas para empezar no son abundantes, y para acabar, no tienen propiedades terapéuticas.

