Políticamente, Terrassa se podría definir como una república independiente. Tiene todos los elementos. Es la tercera ciudad de Cataluña. Con 228.294 habitantes, solo tiene por delante a Hospitalet de Llobregat y Barcelona, y supera ciudades como Lérida o San Sebastián, duplica Cádiz y multiplica casi por seis la población de Soria. Aun así, gobierna Jordi Ballart liderando la formación independiente Tot per Terrassa. Es decir, sin ninguna formación política de estructura nacional o estatal que lo apoye. El alcalde fue lo suficientemente audaz para utilizar una fórmula que es recurrente en municipios pequeños pero que, en cambio, sorprendió en una de las tres grandes ciudades de Cataluña.
Este fenómeno único distorsiona el mapa político de Cataluña y sobre todo a los partidos tradicionales, que lo ven como una anomalía. Hasta ahora, esta situación era controlada plenamente por un alcalde con muchas horas de vuelo y que fue capaz de romper el carnet del PSC, dejar el Ayuntamiento e irse a casa cuando los socialistas defendieron y aprobaron la aplicación del artículo 155 a raíz de la declaración de independencia de octubre de 2017. En las siguientes elecciones municipales, los votantes lo restablecieron en la silla del alcalde y dejaron boquiabiertos a los partidos tradicionales que nunca han creído en este tipo de iniciativas.
A partir de entonces, ha gobernado con cierta comodidad y con los conflictos bajo control. Actualmente, Ballart gobierna con el apoyo de Junts tras la salida del gobierno de ERC, en otoño de 2024. Ahora mismo, el recuento de habitantes de Terrassa en cargos destacados es notable: es de Terrassa la segunda autoridad de Cataluña, el del presidente del Parlamento, Josep Rull, y uno de los cargos políticos más influyentes, Pere Navarro, al frente de la Zona Franca. Y la ciudad tiene un alcalde independiente que utiliza el populismo tradicional con eficacia y modernidad. Ahora, como en el judo, tiene el reto de aprovechar la fuerza de los opositores para ganar una partida políticamente dificilísima, detener a la ultraderecha.

Vox rompe la ‘pax Ballart’
Ahora bien, desde las elecciones municipales de 2023 el panorama ha cambiado. La entrada como tercera fuerza de la ultraderechista Vox ha intoxicado el ambiente y ha hecho tambalear la pax Ballart terrassense. Vox intenta aplicar en Terrassa la misma fórmula que probó en Salt (Gironès) el pasado mes de marzo con la polémica del imán desahuciado. Una maniobra que no le salió del todo bien. Vox se encontró con un alcalde de ERC, Jordi Viñas, que también es diputado en el Parlamento, y, como Ballart, con muchas horas cotizadas en el Ayuntamiento. En declaraciones a El Món, Viñas apunta que los vio venir porque «hace tiempo» que los padece. De hecho, en Salt fue uno de los pocos lugares donde la Brigada Móvil de los Mossos d’Esquadra tuvo que intervenir por un mitin provocador de Vox. Viñas muestra ahora una resolución del Consejo Audiovisual de Cataluña (CAC) que sanciona a los medios que participaron del aquelarre del «imán desahuciado». Los medios son un elemento indispensable en estas operaciones.
Pero, en el caso de Terrassa, las circunstancias permiten a formaciones como el PSC especular con la idea de que dejando hacer a Vox debilitan una rareza política que parece que les molesta. Ballart no tiene partido, pero tiene una alcaldía clave en términos de país. Un botín muy codiciado que facilita a las formaciones opositoras especular con la posibilidad de arrebatárselo y, quizá, con una ofensiva total de los ultras, le quitan suficientes votos populares para generar una alternativa. Posiblemente, con el PSC como gran beneficiado, al amparo de su poder histórico en la ciudad. Todo esto recuerda a La Zizania, una de las mejores historias de Astérix y Obélix y el afán de Julio César por conseguir la aldea gala. Un episodio donde el poder de Roma envía a Detritus, un experto en sembrar la discordia y la guerra psicológica. Por primera vez, los irreductibles galos muestran sus costuras. Terrassa también las muestra y, lo que es más inquietante, las enseña a todo el país, a través de una ciudad potente y clave del país.

Un año electoral que hace pensar
Los resultados de las elecciones municipales de 2023 dibujan un mapa bastante explícito en Terrassa. Ballart obtuvo 26.732 votos. Una cifra que supone el 33,46% de los votos emitidos. Un dato brutal en términos electorales. El PSC mantuvo su colchón, con 16.711 votos, casi el 21% de los votos y Vox alcanzó el tercer lugar del podio con 8.380 votos, el 10,5%. Los resultados supusieron 11 concejales para Ballart, 7 para el PSC, 3 para Vox, y ERC, Junts y PP con dos para cada uno. Un resultado con suficiente margen para gobernar pero a merced de las disputas e intereses nacionales de los grandes partidos.
Los resultados por distritos esbozan un mapa que ahora tiene muchas explicaciones. En el distrito seis del municipio, con 40.844 habitantes -es uno de los más poblados y agrupa barrios como las Arenas, la Grípia y Can Montllor, Sant Pere Nord, Ègara, Sant Llorenç, Can Tusell y la Font de l’Espardenyera- Vox se hizo fuerte con el 15,47% de los votos. En el distrito 7 -que agrupa Can Parellada y les Fonts, así como su Polígono Industrial- Vox también hizo hueco, y acaparó un 15,66% de los votos emitidos. En el distrito dos, con los barrios de Ca n’Anglada, Montserrat, Torre-sana y Vilardell, los ultras obtuvieron el mejor resultado porcentual, con el 17,34% de los votos.
Vox, sin embargo, constató que aún podía tener campo para correr. En las elecciones al Parlamento del 12 de mayo de 2024, los ultras sumaron en Terrassa 10.737 votos, es decir, 2.357 votos más que en las municipales del año anterior, pero aún muy lejos de los 27.418 del PSC. El aumento de votos animó a Vox a intentar asaltar el Ayuntamiento a dos años vista. Vox no improvisaba ni hacía ningún invento, comenzaba a aplicar el manual que ya le había funcionado en las elecciones andaluzas de 2018. En aquella ocasión Vox pasó de cero a 12 diputados y se convirtió en una fuerza imprescindible para alcanzar el poder. La fórmula, a menor escala, sería aumentar su número de concejales y complicar la gobernabilidad de la ciudad.

Una presunta violación, el detonante de una campaña política
La temperatura política comenzó a elevarse, especialmente desde el mes de marzo, a raíz del caso de una mujer que denunció una presunta violación en un domicilio particular por parte de dos hombres. Un caso espeso, enrarecido y que rápidamente aprovechó Vox para iniciar una durísima campaña de ataque al alcalde, profundizar entre la supuesta relación entre inmigración y delincuencia y el mantra de que Terrassa es una «ciudad sin ley». Una afirmación que, por otro lado, los datos desmienten categóricamente.
Con la instrumentalización del caso por parte de Vox, el cóctel estaba suficientemente condimentado. La formación de extrema derecha aprovechó que el juez dejó en libertad a los dos detenidos por el caso para expandir su relato, intentando involucrar al alcalde en la decisión. Una bola más de las que el refinado sistema de propagación ultra se encarga cada día de difundir. La manera de tratar la supuesta violación se sumaba a otras fakes, como el origen magrebí del marido del alcalde, totalmente falso. En todo caso, Vox aplicó el manual y siguió el protocolo habitual. Un efecto detonante lo suficientemente potente para desestabilizar la figura de Ballart.
Una protesta de Vox frente al Ayuntamiento fue el inicio de la ofensiva. El protocolo ultra obligó a iniciar lo que en términos de marketing político llaman Industrial light and magic. Además, Vox cuenta en Terrassa con una de las líderes locales, Alícia Tomàs, con más apoyo explícito del secretario general de la formación, Juan Garriga. «Sin piedad, Tomàs conecta brutalmente», apunta Josep, un habitante de Terrassa del barrio de la Grípia en conversación con El Món para definirla. La violación denunciada y la libertad de los dos investigados permitía a Vox añadir a su artillería una munición de primera magnitud, la inseguridad. Un concepto que Vox trabaja con orfebrería y que ahora explota al máximo.
Las camisetas contra Ballart en el pleno
El estallido de la crisis llegó formalmente el 25 de abril, cuando Ballart suspendió el pleno del Ayuntamiento. La terna de Vox se presentó vistiendo unas camisetas donde se leía “¿Por qué Ballart silencia las violaciones de Terrassa?”. Una frase que indignó al alcalde. Además, los ultras llevaban al plenario una propuesta de resolución que pedía “manifestar el apoyo y la solidaridad del Ayuntamiento de Terrassa a L.M.R. y reiterar su compromiso a favor de las mujeres víctimas de agresiones sexuales”. Una moción en clara referencia a la presunta violación denunciada el mes de marzo. El PSC aprovechó la ocasión para criticar la decisión “unilateral y arbitraria” de Ballart de suspender el pleno. Todo un señal de los planes del PSC.
Cinco días después se volvió a convocar el pleno y la imagen de las camisetas se repitió. La policía municipal intervino, un hecho insólito, y expulsó a los tres concejales que, evidentemente, llevaban claque. En concreto, gente afín que mostraba letreros escritos con la palabra «Dictadura». Los partidos políticos hicieron apoyo explícito -el PP se abstuvo- a un acuerdo para abrir un expediente sancionador a la portavoz de Vox y a los dos concejales ultras. El PSC, a pesar de apoyar la petición, en el acuerdo reprochó que «Vox ya tiene la foto que quería». Un argumento bastante capcioso y demasiado prudente que, a menudo, en política se paga caro. Ballart, sin embargo, de momento, no se arruga y ya ha interpuesto varias denuncias a la Fiscalía de Odio y aprovecha cualquier momento para recordar que hay dos causas penales abiertas contra el partido de extrema derecha.

¿Terrassa insegura? Los datos lo desmienten
Uno de los problemas que puede tener Vox en la aplicación de su manual son los Mossos d’Esquadra. Terrassa cuenta con una comisaría dirigida por un veterano de la policía de la Generalitat de los que no paran quietos. Es el intendente Marc Caparròs. Un mando que las ha visto de todos los colores. Ha sido miembro del Grupo Especial de Intervención (GEI), la fuerza de élite de la policía catalana, jefe de la división de escoltas y, sobre todo, se le recuerda por su etapa como jefe de la Brigada Móvil, que ordenó, modernizó y pulió, cuando nadie era lo suficientemente valiente para hacerlo.
Caparròs puso en marcha una serie de estrategias contra la reincidencia, muy focalizada en decenas de sospechosos, o los delitos contra la libertad sexual, operativos como el Vetus -contra los hurtos a la gente mayor-, un plan contra las ocupaciones y un plan específico en el distrito seis de la ciudad, considerado conflictivo. «La bajada de los delitos no es fruto de las casualidades, aquí hay mucho trabajo hecho y con el compromiso de mucha gente, desde la policía local hasta la fiscalía», indica Caparròs. A finales del mes de abril, Terrassa era el área básica policial de todo el país que más había reducido los delitos contra el patrimonio de toda Cataluña. En concreto, un 34% menos.
Aun así, Caparròs admite que un crecimiento mensual de 800 personas y que la mayoría provienen de fuera de la Unión Europea obliga a estar muy encima. Por ejemplo, en el caso de las ocupaciones. Los números con los que trabaja la policía son 1.400 viviendas ocupadas en la ciudad. Una cifra que junto con muchas zonas donde «el espacio público y locales comerciales no cumplen ni las mínimas normas de convivencia» hace que la «percepción de seguridad» no baje tan rápidamente como las cifras. Pero, sin duda, Terrassa muestra la caída de la criminalidad más importante del área metropolitana. Otro ejemplo son los delitos sexuales, que bajaron a menos de la mitad, de 36 a 16, en solo un año, tras un plan específico que incluía itinerarios seguros.
Tampoco es la economía
El único punto donde las instituciones hacen agua es la detención de la degradación del distrito 6. Un hecho que, policialmente, se ha revertido. Por lo demás, Terrassa no es ni de lejos una zona económicamente deprimida. Los datos tanto de Economía, como el Idescat o Trabajo no ofrecen tampoco alimento al relato ultra del batacazo socioeconómico de la ciudad, aunque a pesar del dinamismo, -13.368 autónomos- y las sucesivas crisis le han pasado factura. Por ejemplo, el PIB por habitante es de 27.074. Una cifra que en Cataluña es de 37.013.
El paro del mes de abril era de 11.496 personas registradas, que supone una cifra del 10,26%. Un porcentaje ligeramente superior al de la media catalana que es del 8,91%. El diferencial, económicamente hablando, es normal en una ciudad con 44.382 pensionistas que, de media, cobran 1.184,66 euros cuando en Cataluña la media es de 1.258 euros mensuales. La renta familiar disponible de los habitantes de Terrassa es de 18.684 euros. Una cantidad inferior a la comarcal, 19.778 euros, que, curiosamente es superior a la media catalana, que se sitúa en 19.140 euros. Cifras que tampoco generan una inquietud de crisis ni de golpe económico importante.
La inmigración
Dejando la inseguridad y la economía, el otro gran componente de la ofensiva de Vox es la inmigración y la focalización en el famoso distrito seis de Terrassa. En 2024, Terrassa cerraba el registro con 33.076 extranjeros y 195.218 ciudadanos que tenían la nacionalidad española. De estos, 149.586 nacieron en Cataluña y 32.888 provenían del resto del Estado y 45.820 del extranjero. Una combinación que Vox aprovecha, pero las cifras son iguales o inferiores al resto de las ciudades comparables con Terrassa. De hecho, no es la primera vez que Terrassa sirve de banco de pruebas ultra con la inmigración de por medio.
Los disturbios de 1999 en el barrio de Ca N’Anglada, a raíz de una pelea por quién se quedaba el mercado minorista de la droga, que fue aprovechada por formaciones que esperaban crecer como la famosa Plataforma per Catalunya, del vigatano Josep Anglada, que en el año 2010 se quedó a las puertas de entrar al Parlamento cuando ya había obtenido más de 70 concejales en todo el país. De hecho, Anglada también aprovechó un desafortunado incidente, con el imán de Terrassa Abdeslam Laaroissi, procesado por supuestamente «incitar la violencia contra las mujeres». Un caso que ocupó portadas, resituó en el mapa Terrassa como la primera ciudad que tenía una hipotética banlieue y que finalmente, la querella interpuesta por el famoso fiscal de odio, Miguel Ángel Aguilar, fue archivada.

De las Arenas al «Marruecos»
De hecho, pasearse por el barrio de las Arenas o la Grípia, donde Vox sacó el porcentaje más alto de votos, con casi el 18%, solo superado por Ballart y por el PSC, la potencialidad ultra se hace notar. «Somos un barrio arreglado», comenta Carlos que, con unas prominentes gafas de sol, anima a vivir allí porque «se está muy tranquilo». Sheila, una mujer con el brazo roto y de cabellos bien negros, en cambio, comenta que la tranquilidad del barrio está en «peligro» porque empieza a venir «gente de fuera». José, un hombre de mediana edad y robusto, hace bromas y todo. «Mira, desde aquí, a diez minutos tienes Marruecos!». En referencia a Ca n’Anglada. Un barrio donde aún gana el PSC, Ballart es segunda fuerza y Vox, la tercera.
El puente que lleva a Ca N’Anglada no es check-point. Quizás la diferencia más sustancial es que no hay tantas tiendas chinas y hay más tiendas de té. Un hecho normal en un barrio donde se concentra un buen grupo de una determinada población, en este caso, árabe. Ahora con otras comunidades que también destacan, como la rumana. En Ca N’Anglada conviven puerta a puerta el restaurante Marrakech, donde los durums son fabulosos, con el Mahayana, donde sirven unos botifarrons que hacen llorar de emoción. Sí que se reconoce un espacio público diferente al que hasta ahora se podría considerar normal. «Si no buscas problemas, es un barrio tranquilo, como en todas partes!», explica Laia, una chica de origen magrebí que vive cerca de la calle de las «Angustias». Omar regenta una tetería donde admite que el estigma existe y «algunos se aprovechan». La sensación es que están acostumbrados a ser el blanco de los golpes.
El laboratorio terrassense de Vox, con el resto de partidos mirando hacia otro lado, puede ser un aviso a navegantes. La facilidad con la que se puede debilitar a un alcalde independiente y la ola ideológica que invade la política pueden facilitarlo. Ahora bien, prestando atención a los habitantes de Terrassa, Ballart tiene una ventaja competitiva respecto al resto de formaciones políticas en Terrassa y es que nunca ha dejado la calle. Como un testigo de Jehová camina por la ciudad, un hecho que puede contrarrestar las maniobras ultras y la pasividad de los partidos. Un populismo ideológicamente terrassense contra un populismo agresivo habitual de la ultraderecha. De hecho, Vox no tiene presente que Terrassa es posiblemente una república independiente, tanto es así, que si Cataluña se descuida, convierten la Mola en la montaña nacional de Cataluña. Y, por lo que parece, eso Ballart lo tiene calculado. Véase que Vox no se queme los dedos.
