El año 1977 era un momento que prevemos muchos cambios ante la supuestamente caída del franquismo. Llegaba la esperada democracia, las libertades y unos supuestos cambios políticos que nos llevarían a un nuevo orden.
Recuperaríamos la deseada República, la Generalitat, las instituciones democráticas, los partidos y sindicatos, y pasaríamos cuentas con el franquismo y sus criminales, y así una larga lista de deseos y esperanzas.
Nada más lejos de la realidad, la transición fue una farsa muy orquestada, primero por los mismos franquistas y después por aquellos partidos, sobre todo de los llamados de izquierdas, que lo pervirtieron todo y se garantizaron una salida institucional, de sillas y sueldos, renunciaron a su ideario, al olvido y no pasar cuentas. Y así hemos ido pasando con una monarquía pudrida y corrupto, donde el deseo republicano se ha muerto en el absurdo, con los criminales franquistas plenamente controlando las instituciones del estado y algunos convirtiéndose en demócratas de toda la vida. Una democracia con libertad vigilada y condicionada, y una izquierda institucionalizada y al servicio de los poderes fácticos económicos que ha renunciado a todo, y que ha gobernado al servicio de estos, ni un cambio, ni transformación.
Y haré referencia a un ejemplo como es la configuración de las estructuras administrativas que se pusieron en marcha. Uno todavía recuerda que con la llegada de la supuesta democracia y libertades, se tendrían que cambiar las estructuras del Estado y su administración para reducir la burocracia, y hacerlo más eficiente y próximo para garantizar los intereses de la ciudadanía. Una administración próxima, ágil y al servicio de la ciudadanía. Hasta aquí el discurso.
Al recuperar la Generalitat, esta tenía que asumir las funciones de las Diputaciones en Cataluña, por lo tanto, ya podían ser eliminadas y transferidas. Pero nada más lejos de la realidad, se mantuvieron. Por lo tanto, hemos duplicado administraciones que interfieren entre ellas en cuando a sus competencias, funciones y recursos. Además de los Ayuntamientos, administración más próxima a la ciudadanía, entonces se inventaron los Consejos Comarcales, otra duplicidad administrativa que muchas de sus competencias y funciones se duplican y muchas veces generan dudas de verdaderamente si sirven por algo. Y para acabar de generar más dudas y contradicciones, en algunos casos se han puesto en marcha los Consorcios por la gestión de algunos servicios, como por ejemplo, la gestión de los residuos en el caso del Vallès Occidental.
Y la ciudadanía se tendría que preguntar todas estas estructuras de la Administración sirven por algo, sobre todo, a la ciudadanía que es quien las paga con sus impuestos. Dónde es aquello de la Administración única, próxima, eficiente, eliminación de la burocracia y al servicio de la ciudadanía, y así una larga lista de conceptos que no se aplican.
Pues bien, como es evidente las Diputaciones siguen existiendo, y se han creado más organismos públicos que además de ser ineficientes, duplican competencias, funciones y recursos. Y nos tendríamos que preguntar, la ciudadanía evidentemente, como es que lo mantenemos con unos costes económicos elevados, y con muchas dudas sobre la eficiencia de toda esta estructura administrativa. Atienen a que la puesta en marcha de la Generalitat ha comportado un crecimiento importante en competencias, funciones, gastos y aumento de personal. Y los Ayuntamientos, que ha pasado el mismo en cuando a su crecimiento de costes económicos y de personal.
Pues sencillamente, al margen de las competencias, desde el año 1980, las diferentes administraciones se han convertido en oficinas de colocación de los diferentes partidos, en función de quien gobernaba que ha colocado en los suyos. Durante años CiU hoy Juntos la Generalitat, la Diputación, los Ayuntamientos, los Consejos Comarcales y los Consorcios eran sus espacios de colocación. El mismo ha pasado con el PsoE-Psc, ERC y IC-Comunes. Y el drama, es que cada vez que ganaba uno u otro, todos tenían que colocar en los suyos, y así íbamos engordando las Administraciones en cada nivel.
Hay que fijarse que nadie propone la eliminación de las Diputaciones, ni la eliminación de los Consejos Comarcales, ni de algunos Consorcios que no sirven para nada. Y para poner un ejemplo próximo, el crecimiento de personal en el Consejo Comarcal del Vallès Occidental controlado por el PsoE-Psc a lo largo de estos años, podría perfectamente ser eliminado y asumidas sus funciones por los ayuntamientos. Y el mismo sucede con el Consorcio de Residuos, que no sirve para nada al margen de imponer la farsa de la doble tasa de residuos, no tener ninguna estrategia, y muchas dudas en cuando a la eficiencia en la gestión de las infraestructuras de residuos de la Comarca. También controlado por el PsoE-Psc. Y que le ha servido a este partido para ir colocando en los suyos, y el ejemplo es la gerencia del mismo Consorcio y que ahora ha sido ubicado en la dirección de la Agencia de Residuos, sin ninguna pericia, ni conocimientos en los temas relacionados con los residuos.
Algún día, la ciudadanía, hará una reflexión y será capaz de acabar con esta situación, puesto que no hemos resuelto los problemas de burocracia, de duplicidad de funciones y competencias, de costes económicos y de personal duplicado, y el que es peor, hemos permitido una corrupción llamada de baja intensidad, incumpliendo las normas de acceso a la administración pública, donde muchos partidos lo han convertido en el espacio de intereses a su servicio, y que no ha mejorado la profesionalidad, la calidad y la eficiencia de las diferentes administraciones, ni la agilidad en la mejora de los procedimientos. Y esto además de denunciarlo, se tendrían que exigir respuestas de porque no se reducen administraciones, la Diputación, los Consejos Comarcales y los Consorcios ineficientes.
Pagamos más impuestos, se supone para mejorar servicios y que estos sean eficientes, pero al final una parte importante de estos se para pagar los trapicheos partidarios y sus intereses, que malogran la oportunidad y la igualdad de acceder a la Administración y que nada tienen que ver con los servicios y su calidad, y cubrir las necesidades reales de la ciudadanía. El tiempo ha generado una ciudadanía sin sentido crítico, poco sublevada e incapaz de provocar cambios reales.
Pero bien, hemos generado un modelo que nada tiene que ver con todas aquellas expectativas y previsiones de los años setenta y ochenta, un nuevo espejismo por desgracia, como muchos otros que han quedado en el imaginario de los deseos.

