Esta semana nos visitó en Terrassa el periodista palestino, nacido en Gaza, Kayed Hammad, que vive refugiado en el Estado español. En la sala de actos de la UPC de la antigua Escuela Industrial en la calle Colom, tenía frente a un auditorio plural de unas sesenta personas, pero paradójicamente sin ningún estudiante para poder reflexionar.
El testimonio directo y crudo de Kayed fue impactante y muy necesario, en unos momentos en que, precisamente, la situación de Gaza ha desaparecido de los medios de comunicación y de los titulares de la información diaria. Es una víctima directa de esta guerra, con un hijo de 24 años, muerto en el conflicto. Y de una familia que ha vivido cinco guerras, y un bloqueo constante de su tierra y de sus vidas. Porque como muy bien recordó Kayed, el conflicto que se ha convertido en un genocidio no comenzó con el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, sino que viene desde 1947 con la masiva inmigración de judíos hacia tierras palestinas, generada por intereses geopolíticos después del Holocausto.
Por lo tanto, siempre que se analice el conflicto Palestina-Israel no dejemos de tener en cuenta el contexto histórico intentando ser rigurosos, con esta historia de un pueblo maldito, que no quiere ser expulsado de su tierra y a ser posible eliminado por una parte de Israel (gobierno actual), con la complicidad directa de los Estados Unidos y de gran parte de la comunidad internacional.
El testimonio de Kayed también aportó datos sobre qué está pasando en estos momentos de invisibilidad mediática. La razón es que el genocidio continúa, a pesar de un pseudoalto el fuego promovido por el belicista y vendedor de armas más grande del planeta (Donald Trump). Se siguen asesinando ciudadanos palestinos, los camiones de ayuda no entran todos y la tortura sobre la población palestina no cesa. Por no hablar de lo que está pasando en Cisjordania, donde los colonos y las políticas del gobierno de Israel van erosionando el territorio histórico del pueblo palestino, para expulsarlos también de allí.
Alguien puede preguntarse qué podemos hacer desde Terrassa en un conflicto que parece lejano pero que no lo es ni mucho menos. Porque, si algo nos ha enseñado el hecho de ver un genocidio tan cruel televisado en directo, es que es necesario que la ciudadanía en pleno de todos los rincones del planeta -como afortunadamente ya lo está haciendo- reaccione colectivamente para dar respuesta a tanta inacción de todos los gobiernos del mundo ante la vulneración de los derechos fundamentales de tanta gente. Inacción = No cumplimiento de tus deberes = Vulneración de derechos.
Los ciudadanos y ciudadanas de Terrassa deberíamos asumir que este conflicto, como tantos otros de guerras olvidadas que hay en el mundo, son motivo suficiente para plantearnos que es necesaria una concienciación y movilización colectiva constante y activa. Así crecerían los valores democráticos de verdad, lo que debería volver a humanizarnos. Que la dignidad humana vuelva a estar en el centro de todo, así como el cuidado y ayuda mutua. Y, de esta manera, romper las ataduras que el sistema nos ha impuesto convirtiéndonos en seres inanimados consumistas e individualistas.
Este sería el primer paso hacia la solución de tanto despropósito e insensibilidad. Tomemos nota: “de lo local a lo global”, una vieja teoría doctrinal de los militantes antiglobalización de los años noventa.

