Para los que estábamos, el partido entre el Terrassa y el Bayern Munich de agosto de 1973 es un recuerdo mítico, con la fuerza para la creación de mitos que tiene el deporte de masas. Aquel día vimos jugar sobre el mismo césped grandes ídolos mundiales, planetarios, contra nuestros ídolos locales de un Terrassa que se elevaba con una fuerza enorme. Por un lado estaban los grandes nombres que todos conocíamos y todavía conoceríamos más un año después, cuando llevaron a Alemania al campeonato del mundo en la final contra la Holanda de Cruyff y Neeskens: eran Beckenbauer (el Kaiser!), el portero Maier, Breitner (que acabaría en el Madrid) o Muller, cada golpeo era un torpedo de gol. Y contra ellos nuestros Sanjuan, Domènech, Clotet y los refuerzos de prestigio que a golpe de talonario querían hacer del Terrassa un equipo de primera fila, en la segunda división y quien sabe si en la primera. Y haciendo frente al Bayern, hasta perder solo por uno a cero! Aquel partido mítico no era un hecho aislado. En esta campaña para hacer del Terrassa un equipo grande, la parte principal era ponerlo en segunda, conservar la categoría y tantear el ascenso a primera, que una temporada pareció incluso posible. Y junto a esto, aquel primer torneo de verano, con equipazos internacionales como el Bayern, el Ferencvaros y el Zaragoza. Y el Terrassa. El cohete iba hacia arriba y tenía un protagonista que ponía la dirección y la gasolina económica: el presidente Masdefiol.

Una gestión muy presidencialista, algo histriónica, hábil

Con una gestión muy presidencialista, algo histriónica, hábil en la relación con los despachos e incluso con las cloacas del fútbol, buscando algunos refuerzos de categoría, a pesar de que veteranos, como el central Ovejero, (el cacique del área), y llevando jugadores muy solventes como Planas, Rosselló, Vallespir, Hachero o Nieto –a sumar a nuestros ídolos más locales, como el portero Capó, Clotet, Sanjuan o Domènech-, Masdefiol parecía tener por objetivo elevar el Terrassa arriba de todo. El partido con el Bayern y el ascenso a segunda serían las señales de esta ascensión fulgurante. Después todo aquello que sube baja, y el empujón no se pudo o no se quiso mantener. Quizás ya había hecho su efecto.

De aquella ascensión meteórica del Terrassa de fútbol circularon varias explicaciones, que iban desde el patriotismo terrassense del presidente Masdefiol, que quería poner Terrassa en el mapa, hasta cierta megalomanía, no extraña en el mundo del deporte. Había también explicaciones más rebuscadas o más conspiratives. En aquel tiempo, circuló un tipo de cómic clandestino que se atribuía a los sectores culturales del PSUC terrassense, con una notable influencia narrativa de Bertotlt Brecht y sus “Mahaggony” o “Arturo Ui”, que daba su versión de lo que estaba pasando en el mundo del fútbol en la ciudad. Pongamos el contexto. Estamos en los primeros años de la década de los treinta del siglo XX, en los últimos años de Franco vivo –iba a decir los últimos años del franquismo, pero quizás no sería bastante exacto- y Terrassa la roja es una ciudad especialmente combativa, con mucha conflictividad laboral y muy dura, con un movimiento obrero muy sólido y una oposición democrática clandestina muy activa. En aquel mismo año 1973 en el que lo Terrassa juega contra el Bayern, en els Amics de les Arts la compañía El Globo representa “Frank V” de Dürrenmatt y quizás no es una casualidad.

Según el cómico, en los despachos del gobernador civil de Barcelona, preocupados por la dureza de la conflictividad social y laboral de Terrassa, llegan a la conclusión que la manera de rebajarla, como si fuera una vacuna, es creando un fenómeno futbolístico local bastante potente. Es el tiempo en que Manolo Vázquez Montalbán todavía no había reconciliado las izquierdas con la gastronomía y el fútbol y que se consideraba desde la oposición (y probablemente también desde el régimen) el opio del pueblo. No quedaba claro en el cómic de quien era la iniciativa, si era un encargo o un ofrecimiento, pero presentaba Masdefiol como el capo de una familia mafiosa terrassense que dedicaría esfuerzos y dinero a crear este fenómeno futbolístico políticamente necesario y recibiría en contrapartida favores económicos, políticos y judiciales de las autoridades franquistas. El cómic, clandestino, tuvo un eco muy limitado, pero esta interpretación digamos marxista, subversiva y conspirativa no quedó nunca borrada del todo y en la memoria de muchos terrassenses va asociada al Terrassa triunfante de Masdefiol. El que jugó contra el Bayern.

Fuera lo que fuera el motor de aquella ascensión meteórica del Terrassa, fuera político, empresarial, personal o deportivo, durante un tiempo su triunfo fue estallando. Haciendo grandes partidos u obteniendo grandes resultados sorprendentes, el Terrassa subió, fue un fenómeno, y jugó contra el Bayern. Y para acabar de crear un fenómeno deportivo de masas, el torneo de prestigio se quiso rodear de una fiesta ciudadana, estrenando un himno para el equipo, cantado por las corales de la ciudad. Se hizo un concurso para la letra y después puso música el profesor Marco de la banda municipal, que hizo cambiar la letra ganadora para que sonara mejor la música. El himno no hizo nada de fortuna, ni la merecía tampoco, más allá de aquella interpretación. La letra que ganó al concurso, sin dotación económica, la había hecho en catalán un chaval de quince años y decía, entre otras cosas: “Terrassa, Terrassa, Terrassa! Juventud, juventud, juventud, / llamativa y alegre, adelante!/ Y llevando cada pecho un escudo/ y llevando unos colores: rojo y blanco!”. Quizás esto del rojo no acababa de tocar, en aquel momento, si el cómico psuquero tenía un poco de razón. Aquel nano de quince años era yo.

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