Este martes, LaFACT Cultural acogió la presentación del nuevo libro de Vicenç Villatoro, «
Este fue el texto que leyó Sierra en la presentación:
En primer lugar quiero agradecer a la Fundación Torre del Palau y al autor del libro que me hayan hecho el honor de permitirme escribir el prólogo de esta obra. Ha sido para mí una gran satisfacción no solo por la relación personal que mantengo con Vicenç Villatoro desde hace muchos años, sino también por ser un admirador de su literatura desde sus inicios.
Un prólogo no es más que una introducción, una forma de situar la acción que después desarrollará la obra. Y esto es el que me pidieron: que contextualizara el tiempo en el que se desarrollan los recuerdos del escritor. Porque este libro es un dietario: un recuerdo de cómo vivió el protagonista el mes de mayo de 2020, un testigo del confinamiento causado por la pandemia de COVID 19.
La primera pregunta que me planteé es si realmente había que recordar unos hechos tan recientes. Todos los que estáis aquí vivisteis estos hechos hace menos de cuatro años. Hacía falta pues recordar hechos tan próximos? Después de pensármelo un poco llegué a la conclusión que sí. La memoria tiene extraños mecanismos y tiende a olvidar todo aquello que no nos es placiente o todo aquello que es extraño, que modifica nuestra vida habitual. El confinamiento fue un tiempo diferente, a menudo difícil, una época singular y diversa para todos nosotros. Y a pesar de que hace muy poco tiempo que lo vivimos, nuestros recuerdos quedaron desvanecidos, dispersos, como si una extraña nube los hubiera difuminado.
El interés fundamental de
Probablemente, todos olvidaremos estas circunstancias cada vez más. Por eso recordar como se vivió este tiempo es un certificado histórico de aquella época, que duró 100 días. Y es un tiempo a recordar, por lo que tiene de importancia histórica. Por los que lo vivimos y por los que vendrán más adelante. Las epidemias modifican mucho más la sociedad que las guerras o que las hambres, a pesar de que como en el Apocalipsis, a menudo los cuatro caballos galopan de la mano. Pero si repasamos la memoria colectiva, las epidemias cambian mucho el curso de la historia.
Pensáis en la peste negra del s. XIV que acabó con la Edad Mediana. O las epidemias de cólera del s. XIX que modificaron laa canalización de agua o la urbanización de nuestras villas. Hubiera sido posible la conquista de América sin la connivencia de sarampión, viruela o gripe? Y que modificó más el mundo, la I Guerra Mundial o la coetánea gripe de 1918? Los que ya tenemos unos cuántos años recordamos la irrupción del SIDA y como cambió tanto la higiene de la sangre como los hábitos sexuales. Y creo que todos tenemos claro que la pandemia ha modificado de forma radical por siempre jamás nuestro mundo.
Realmente, no todos vivimos igual el confinamiento. Para unos fue un tiempo difícil, de convivencia dura; para otros, quizás por sus circunstancias fue algo más suave y soportable. Pero para todos tuvo una característica común: en ausencia de trabajo, de una actividad concreta, la noción del tiempo desapareció, se esfumó. Y qué es una vida sin tiempo?
En el curso del confinamiento, me dediqué a escribir algunos poemas. Quiero compartir hoy con vosotros uno de ellos, donde expresaba el que sentía en aquel momento:
Ahora que el tiempo ya no es tiempo
que no sabemos si el mañana vendrá
como suele hacer, puntualmente,
a trucar a nuestra puerta.
Ahora que lo ayer se ha esmunyit
como se escuela el agua dentro de un lavadero.
Ahora que no sabemos nada del cierto,
ni sabemos si las horas
seguirán infantant minutos
o si los meses, como maestros de escuela
seguirán teniendo treinta días a la clase.
Ahora que el venidero
como una niebla espesa
no nos deja ver nada.
Ahora, cuando lo hemos perdido todo,
Es cuando sabemos
que el amor es la única certeza.
