Esta es una crónica que debía ser para el diario El Món y ella misma se ha reubicado, ha decidido que su espacio era Món Terrassa, cabecera del mismo grupo, no por casualidad encabezado por el terrassense Salvador Cot como editor. El también terrassense Vicenç Villatoro presentaba en Barcelona Sant Llorenç del Munt [Una biografía], de Símbol Editors. Será uno de sus dos libros nuevos a la venta este Sant Jordi –el otro es Via Toscana. El acto, ayer por la noche, era en la librería Ona, en pleno Eixample, y el autor es colaborador de El Món. El diario no podía faltar. Pero, por mucho que el escenario fuera barcelonés, la atmósfera densamente terrassense del encuentro ha llevado a una rectificación a tiempo, a elegir Món Terrassa para explicar cómo es la nueva obra de Villatoro. En palabras del autor, el volumen –el primero de una colección de «biografías de montañas» que tiene en marcha el editor Jaume Ciurana– es «un libro de vivencias diferenciales» sobre el espacio natural que preside la vida, el paisaje vital y el horizonte visual de los terrassenses, con la silueta de la Mola como referencia compartida y siempre presente.
Sant Llorenç como «patria»: la pasión del presentador, Xavier Marcet
Para crear el clima terrassense que transportó a los asistentes a la presentación hasta la cocapital del Vallès, Villatoro tuvo un colaborador entusiasta, el consultor Xavier Marcet, con un largo y amplio historial familiar de vivencias vinculadas a Sant Llorenç. «Si eres de Terrassa y tienes cierta memoria terrassense, vas construyendo una relación con Sant Llorenç», comenzó Marcet. Para él, «Sant Llorenç y la sierra de l’Obac son tu patria, aquello sin lo cual no eres tú», y «como el mejor amor maduro, la manera en que paseas por Sant Llorenç te define, Sant Llorenç es una presencia absoluta». Y enlazando sus vivencias con el libro que presentaba, remató definiendo la obra como «un paseo culto por Sant Llorenç, una caminata con sentido», un texto que recoge «los recuerdos de muchos».

El fragmento que quiso leer Marcet fue uno de los más íntimos de los recuerdos personales que ha vertido el autor, el de la ceremonia laica que hizo en Sant Llorenç con los hijos para despedirse de su esposa, y esparcir sus cenizas, cuando falleció. «Sant Llorenç, la Mola, es un espacio sagrado. No necesariamente santo. Se va, como a los templos, a peregrinar, a recordar, a celebrar, a fijar en la memoria. Cuando murió Montse, mi esposa, no había dejado ninguna indicación sobre su entierro (…) Inventamos una ceremonia laica (…). Y una noche de luna llena subimos todos juntos a Sant Llorenç, a oscuras, y esparcimos las cenizas cerca de la Mola. No debería decirlo, porque me parece que está prohibido. Pero no podíamos hacerlo en ningún otro sitio».
La polémica de la Mola: humanizada, mejor
Este fragmento sintetiza lo que es Sant Llorenç para los terrassenses, tanto como el pasaje –con todo otro tono– que dedica a recordar la «pasión» de opiniones confrontadas con que se vivió la decisión de cerrar el restaurante de la Mola, a principios de 2024. Seguro que los lectores de Món Terrassa también lo tienen bien presente, porque uno de los apasionados por este debate era Joan Manel Oller, el director de este diario, uno de esos terrassenses que suben a este pico escarpado decenas de veces cada año. No fue casual que Món Terrassa fuera el lugar de encuentro y confrontación de partidarios y detractores del cierre –seguramente más detractores que partidarios–, y Villatoro hizo su contribución con un artículo que fue el más leído del mes.
Como hace siempre –en sus artículos de opinión, en sus reportajes y en sus libros–, no tomaba posición de manera contundente –de hecho, afirma que quiso mantenerse al margen de la polémica–, sino que desgranaba hechos que se convertían en argumentos que cada lector podía decodificar a su manera. Ahora, en el libro, recupera aquel texto, La llumeta de la Mola. Y queda claro, hacia el final, que sí tenía una posición. «A veces me da la impresión de que existe una especie de panteísmo místico (…) que vendría a decir: qué bien estaría el mundo, la naturaleza, la Mola, si no hubiera humanidad que lo estropeara. ¡Un mundo sin humanidad sería un mundo mejor! ¿Mejor, para qué? ¿Mejor para quién?», concluía.
El gran parque entre ciudades en una zona muy poblada de Cataluña
La recuperación de este artículo, que también mencionó ayer en la presentación, está directamente ligada con el espíritu del libro. Con el pasaje en el que defiende a los domingueros, con el que recoge episodios significativos de la historia de Terrassa –como la lucha de clases engendrada en las fábricas que terminó ventilándose, a tiros, durante los primeros tiempos de la Guerra Civil, en caminos de Sant Llorenç, en los hechos de la Barata–, con la conversación con el último mulero, con la visita al cuarto conde de Sant Llorenç del Munt, Josep de Quadras i Sans, en la casa-castillo modernista de Can Pobla, con las referencias a los restos arqueológicos que se han encontrado allí. «En Sant Llorenç siempre ha habido gente, y todo lo que se ha encontrado siempre tenía que ver con el pensamiento abstracto, no con la vida cotidiana». La prueba definitiva de que es «la montaña mágica». Y, sobre todo, un gran pedazo de naturaleza preservada encajado entre ciudades, Terrassa, Sabadell, Manresa, y muchas villas. Naturaleza imponente rodeada de vida urbana, «el Central Park de una de las zonas más pobladas de Cataluña», y «en el medio, un tótem visible, que coloniza el horizonte, que siempre está ahí, que atrae y amenaza, la cima de la Mola».
En el dilema de si debía hacer este libro –que nace de un encargo de Ciurana para iniciar la colección Fontalba– como periodista o como escritor, Villatoro llega a la conclusión de que finalmente ha elegido esta última opción: un «artefacto literario» de escritor, aunque «con técnicas periodísticas», ya que ha recorrido Sant Llorenç hablando con pobladores, caminantes y transeúntes. La humanidad que le da sentido.